lunes, 31 de marzo de 2014

PSE Charity Party 2014

Uno se da cuenta de que lleva cierto tiempo en un sitio cuando, como si ya fuera una tradición, asiste a la nueva edición de un evento que se repite todos los años. Yo me di cuenta este fin de semana tras acudir a una nueva Charity Party de PSE. Recuerdo como si fuera ayer cómo viví la del año pasado: la preocupación durante la última semana para organizar la fiesta, la despedida de Margaux o cómo conocí a un grupo de españoles que ahora son amigos... ¡y ya ha pasado un año!

Cartel oficial de la Charity Party 2014

La Charity Party 2014 ha sido muy parecida a la de 2013. El mismo lugar, el mismo motivo (la gastronomía camboyana) y el mismo objetivo: promover la imagen de PSE y recaudar fondos para mantener la actividad. Ha sido muy parecida, sí, pero la he vivido de una manera muy diferente. Para empezar, este año se ha dejado notar la experiencia acumulada del año pasado. Ha resultado más fácil, por ejemplo, encontrar patrocinadores o planificar la logística del evento, por segunda vez organizado en los exteriores del Estadio Olímpico de Phnom Penh. Por supuesto ha habido prisas de última hora y nervios por algún imprevisto, pero, en general, se puede decir que PSE estaba mejor preparada.

A falta de confirmar el número de asistentes, parece ser que había más gente que el año pasado. Lo cierto es que yo tenía la sensación de conocer a todo el mundo. A quien no conocía a través de PSE, lo conocía de la vida en Phnom Penh. Me gustaba hacer de cicerone con la gente que acaba de llegar a PSE o con los amigos que había invitado. Cada vez que iba a ver un stand o a comprar comida, alguien me paraba para saludarme u ofrecerme una cerveza. Los que me conozcan bien, saben que eso me gusta. Supongo que es una de las herencias de mi padre.

Presentadores del evento

También conocía a la mayor parte de la gente que estaba en el escenario; a los presentadores y a los niños que actuaban. Durante la semana, había visto cómo ensayaban sus números y cómo se esforzaban porque todo saliera bien. También había antiguos alumnos. Entre otras muchas cosas, siempre recordaré cómo una antigua estudiante de la Escuela de Comercio se acercó a mí para contarme, orgullosa, dónde está trabajando y lo contenta que está de poder ser independiente.


 
Actuaciones de los niños y jóvenes de PSE

Artistas invitados, tradicionales y modernos

Un año más, la Charity Party ha sido posible gracias al trabajo de muchos voluntarios de PSE. Como mero invitado que fui, no quisiera dejar de agradecerles su esfuerzo tanto durante las semanas previas como en el propio evento. Pablo y Carlota, por ejemplo, trabajaron sin cesar durante la jornada del sábado coordinando actividades para niños y un grupo de estudiantes, respectivamente. A ellos se unen infinidad de cocineros, profesionales y amateurs y muchos profesores que contaban la actividad de su escuela en los stands que PSE había habilitado al efecto. El año que viene más; lo que no sé todavía es dónde estaré.

PS. Y por supuesto, en la Charity Party pudimos disfrutar de la mejor comida camboyana preparada por personal y familias de PSE. Pronto, la receta estrella del festival.

Ejemplo de los stands de comida de cada provincia

Agradecimientos: Fotos cortesía de Pour un Sourire d'Enfant

domingo, 16 de marzo de 2014

Serie Cambodian Cuisine Festival: Beef Lok Lak

Continua la serie de comida camboyana, previa a la celebración de la Charity Party de PSE. Hoy toca Beef Lok Lak. Rico, rico, con fundamento y fácil de preparar.

Ingredientes:

  • 300 gramos de filetes de ternera
  • Salsa de soja
  • 1 cucharada de salsa de ostras
  • 1 cucharada de salsa de pescado
  • 1 cucharada de salsa de tomate
  • 3 cucharadas de azúcar
  • Pimienta negra
  • 2 cucharadas de aceite
  • 2 dientes de ajo
Salsa de acompañamiento:
  • Zumo de lima
  • 2 cucharadas de pimienta negra molida
  • 1 cucharada de salsa de pescado
  • 1 cucharada de agua
Para servir:
  • 2 tomates pequeños
  • 1 pepino
  • 1 zanahoria
  • Media cebolla roja pequeña
  • Lechuga
  • Y arroz, claro...

Preparación:

En un tazón grande, mezclar la carne con la salsa de soja, la salsa de ostras, el azúcar, la salsa de tomate, la salsa de pescado, la pimienta negra y el ajo (picado fino). Marinar durante 30-45 minutos. Mientras tanto, preparar la salsa de acompañamiento combinando los ingredientes hasta conseguir una mezcla homogénea. Decorar dos platos con la lechuga, rodajas de tomate, pepino y zanahoria y cebolla troceada. Calentar el aceite en un wok y saltear la carne. Repartirla en los platos, añadir arroz hervido a voluntad para acompañar, ¡y listo!

Ración de Beef Lok Lak

miércoles, 12 de marzo de 2014

Los espejos de Stephen y los tambores de Bloco Malagasy

El viaje de vuelta de Siem Reap a Phnom Penh fue el origen de dos historias muy especiales que han sucedido esta semana: los espejos de Stephen y los tambores de Bloco Malagasy. Ambas se juntaron el lunes en PSE.

En las más de siete horas que pasamos navegando por el Tonle Sap tuvimos la ocasión de conocer a Stephen Summer. Como un día después, sorprendidos, harían los niños de PSE, no pudimos hacer otra cosa que fijarnos en él. Era, es, un hombre alto, hablador, divertido... y con una pierna amputada en la que tiene una prótesis de metal. Transmitía una energía y una vitalidad muy especiales, cargadas de positivismo. Se había subido al barco junto con su bicicleta y no tardamos mucho en comenzar a hablar. Carlota había leído su historia en algún artículo y pronto intercambiamos experiencias sobre Camboya y el trabajo en las ONGs.

Él nos habló de Me and My Mirror, su proyecto. Durante este año ha viajado por todo el país intentando ayudar a gente que, como él, han sufrido la amputación de alguno de sus miembros. Apasionado del ciclismo, estuvo cerca de morir tras un accidente en la Toscana; fue allí donde perdió la pierna. Desde entonces, sufría el Síndrome del Miembro Fantasma (Phantom Limb Pain). Su cerebro seguía recibiendo impulsos de los nervios que lo conectaban al miembro perdido, lo que le generaba dolor y frustración. Un día comenzó a utilizar una sencilla técnica para "engañar" al cerebro. Colocando un espejo entre sus piernas donde reflejaba el miembro restante, al moverlo conseguía que su cerebro creyera que seguía teniendo el perdido. Le supuso un alivio inmediato.

Sintiéndose, a pesar de todo, un tipo con suerte, quiso compartir la técnica con gente desfavorecida en Camboya, un país todavía plagado de minas antipersona y, en consecuencia, un país donde viven muchos amputados. La técnica de los espejos, además de sencilla, es barata. Durante todo el año ha viajado con su bicicleta por Camboya explicando el método y ayudando a hacer espejos en las comunidades que visitaba.

El viaje de Stephen. MyandMyMirror.org

La historia de Stephen es un ejemplo claro de superación y haberlo conocido una de las mejores sorpresas del viaje del fin de semana. Pero la historia no se quedó ahí. Hablando con él, de la gente que había conocido en Battambang y de historias que transmiten buen rollo y buenas vibraciones, surgió la de Coconut Water (Agua de Coco). Se trata de una ONG que utiliza la educación como motor del desarrollo y que está presente en varios países, entre ellos Madagascar y Camboya. Uno de sus proyectos, Bloco Malagasy, consiste en crear grupos de música con niñas malgaches que han sufrido problemas de prostitución. Cada año hacen una gira y este año visitaron a sus compañeros de Camboya. En los días que estuvieron en Phnom Penh, tuvieron a bien dar un concierto en PSE. Por supuesto, invitamos a Stephen.

El concierto fue uno de esos eventos en los que, por una cosa o por otra, te cargas de energía. Hay algo en el ambiente que te llena. El estruendo de los tambores llenó PSE en plena hora de la siesta. Nadie la echó de menos. Los ritmos de la batucada y la alegría con que las niñas tocaban fueron la mejor manera de empezar la semana. Los niños, muy obedientes, estuvieron sentados durante toda la actuación, pero no dejaban de sonreír y dar palmas. Los profesores, de pie, eran quienes más se animaban a bailar. Y entre todos ellos, Pablo, Carlota, Stephen y yo. Stephen, por supuesto, era el centro de atención, sobre todo de las pensionnaires. Más alto todavía de lo que lo recordábamos el día anterior, los niños lo miraban atónitos, en parte su pierna, en parte porque no podía parar de moverse y bailar.

 Concierto de las niñas de Malagasy (Coconut Water) en PSE

El concierto de las chicas de Bloco Malagasy fue más corto de lo que hubiéramos querido, pero eso es una buena señal. Tras él, pudimos hablar con el responsable del grupo, un español, granadino, que nos hablaba con entusiasmo de su proyecto. Después de la tarde de lunes, dos cosas sabemos que son seguras: que Bloco Malagasy volverá a Phnom Penh y que Stephen seguirá recorriendo kilómetros con su bicicleta y sus espejos.

Vínculos de interés:
Agradecimientos: Vídeo cortesía de Stephen Summer. Fotos cortesía de Edvige Bordone y Pour un Sourire d'Enfant

lunes, 10 de marzo de 2014

Angkor Wat, redescubriendo Camboya

Cuando estás en tu ciudad, hay sitios que nunca visitas. Suelen ser los sitios más turísticos; los que visitan los extranjeros, los más fotografiados. Quizás no lo haces porque crees que ya los has visto muchas veces y que nada de ellos te puede sorprender. Quizás porque están cerca y crees que puedes verlos cuando quieras. Sea como fuere, el caso es que sólo te reencuentras con ellos cuando vienen a visitarte. Entonces sucede que parecen tomar una nueva dimensión y que, de algún modo, redescubres tu ciudad. Yo este fin de semana he redescubierto Camboya.

Gracias a la visita de Adriana y Cristina, amigas de Carlota, he tenido la ocasión de volver a ver los templos de Angkor. En las escasas dos semanas que han estado aquí, probablemente hayan visto lo mismo que muchos durante un año. Es lo que tiene la consciencia de que el tiempo es escaso y hay que aprovecharlo. Para su último fin de semana en Camboya, habían reservado los templos de Angkor Wat; era un punto obligado en su recorrido.

Adriana, Cristina, Carlota y yo frente a Angkor Wat

Decidido el destino y fijada la hora de partida, el viernes a las cuatro, el viaje comenzó con los "típicos" imprevistos de última hora. La furgoneta que nos tenía que recoger para llevarnos a Siem Reap estaba ya allí. El problema es que "allí" era de verdad allí, nuestro destino. Tras unos momentos de incertidumbre, se impuso el "ot panhajá" tan típico de aquí, una suerte de "hakuna matata", ningún problema. En apenas quince minutos dispusimos de otro taxi que nos llevaría al norte de Camboya. Mientras lo esperábamos, comenzó a consumirse el fondo común que habría de servirnos para tomar las primeras cervezas en la ciudad de los templos. Así se haría el viaje más llevadero.

Phnom Penh y Siem Reap están separadas por unos trescientos kilómetros. Las condiciones de la carretera hace que parezcan más bien quinientos y, siendo como era de noche, casi mil. Si salimos de la capital a eso de las cinco, no llegamos sino hasta bien pasada la media noche. En el camino nos dio tiempo a cenar en un pueblo perdido donde seríamos, seguro, los primeros extranjeros que pasaban. Pudimos contar innumerables bodas y saltamos, casi volvamos, sobre infinitos baches. Afortunadamente, la guest house nos esperaba.

A la mañana siguiente nos tocaba despertarnos pronto para ver la salida del sol sobre los templos. Apenas contábamos con tres o cuatro horas de sueño. Sin saber cómo, somnolientos, nos montamos en un tuk tuk y a las seis de la mañana, puntuales, estábamos en la taquilla de entrada. Unos minutos más tarde, al amanecer, y con el cielo todavía cubierto frente al templo de Angkor Wat, una frase venía a mi cabeza: "vingt siècles vous contemplent". La frase no la aprendí de Napoleón, sino de Panoramix, y mi visión no era las pirámides de Egipto, sino los templos de Angkor Wat. Los siglos también eran algunos menos, pero la sensación de estar en otro mundo era real.

A pesar de que unas nubes impedían que el sol rompiera, la nave principal de Angkor Wat se comenzaba a reflejar con claridad en un estanque que, incluso al final de la estación seca, albergaba bastante agua. Se erguía majestuoso, solemne, casi mágico. Los cientos de personas que nos reuníamos en ese momento guardábamos un silencio respetuoso.

Amanecer sobre Angkor Wat en un día nublado

Tras ese momento mágico, algo más mundano, el hambre, nos recordó que apenas habíamos cenado la noche anterior. Uno tras otro, varios niños camboyanos nos recordaban cuál era el puesto de comida de su familia. James, como Bond, así decía llamarse uno, nos decía que su puesto era el 007. Justin, como Bieber o Timberlake, nos invitaba al 99. La mezcla de turismo y negocio se palpaba en cada metro. No recuerdo cuál elegimos, pero sí que nos supo a gloria, especialmente la leche condensada.

Tras habernos dado un poco de tiempo, el que nos permitía alejarnos de la marabunta, comenzamos el recorrido tradicional: Ankor Wat, Bayon, Baphuon, la Terraza de los Elefantes, Ta Prohm y Banteay Kdel. Cada templo tenía algo que lo hacía especial. El complejo de Angkor Wat es impresionante. Lo son sus estanques, la muralla, sus mosaicos, sus cinco niveles de altura que hacen que siempre mires hacia arriba y las estancias que difícilmente puedes imaginar llenas de vida. En Bayon, el templo de las mil caras, uno se siente observado por cada una de ellas. Lo hacen de alguna manera a pesar de tener, todas, los ojos cerrados, como meditando. Te acompañan durante la visita, te guían y, ciertamente, te hacen pensar.

Tras Bayon, encuadrado en el complejo de Angkor Thom, visitamos Baphuon, bien conservado y con su Buda tumbado. Delante de Baphuon se encuentra la Terraza de los Elefantes, llamada así por los relieves que la presiden. Inmensa, sobre una gran explanada, uno se puede imaginar como desfilaban delante de ella los ejércitos victoriosos del rey tras las campañas militares. Después de la ciudad de Angkor Tom, nos dirigimos a Ta Prohm, el templo de la decadencia. En medio de la selva y oculto por ésta, gigantescos árboles todavía lo consumen. Intermibables raíces que provienen de los lugares más inverosímiles, abrazan sus ventanas y las engullen ahogando la piedra. Ésta, sin embargo, resiste. No como nosotros que, por entonces y tras horas andando bajo un calor sofocante, nos moríamos de hambre. Sinouen, nuestro conductor de tuk tuk, nos llevó al restaurante más cercano con el único requisito de que tuviera aire acondicionado. Finalmente fue sólo un ventilador, pero nos sirvió igual.

 Pináculos de Angkor Wat, cara de Bayon y árbol devorando un muro de Ta Prohm

Repuestos ligeramente, nos dispusimos a visitar el último templo que queríamos ver: Banteay Kdel. Desde allí y sin descanso, volvimos a la ciudad y paseamos por las calles de Siem Reap, donde viven los herederos de la cultura que habíamos conocido desde la mañana. Poco o nada tienen que ver. Quizás tengan en común cierta decadencia; la de lo antiguo de los templos y la de los valores de una sociedad que vive volcada en un desarrollismo "a toda costa". En cualquier caso, lo pasamos bien. La oferta de ocio parece haber mejorado algo desde la última vez que estuve. Cocktails, cena, helados y varias cervezas después, incluso arañas y foot massage, el recuerdo de que al día siguiente debíamos madrugar para volver a Phnom Penh, nos hizo volver a la guest house. El viaje de vuelta sería un barco, un bote más bien. Con él se completaba un viaje que comenzó en taxi y siguió en tuk tuk. Sin más baches que alguna ola suelta, siete horas después de cogerlo, estábamos de vuelta en la capital.

Anexo:

Mapa de los templos

jueves, 6 de marzo de 2014

Serie Cambodian Cuisine Festival: Amok Trey

Después de un año en Camboya y al acercarse la fecha de la próxima Charity Party de PSE, caigo en la cuenta de que en todo este tiempo apenas he hablado de algo tan básico como las cosas que se comen aquí. Es cierto que alguna vez he mencionado ranas, arañas, grillos, cucarachas; quizás incluso serpientes, pero la verdad es que no son "el menú habitual".

Mencionaba antes la Charity Party y lo hacía porque su objetivo es reunir en Phnom Penh tanto a locales como extranjeros con la excusa de promocionar la cocina camboyana y, a la vez, la misión de PSE. Como todos los años, se celebra a final de marzo. Yo, desde hoy hasta entonces, me comprometo a hablar de la comida de Camboya, prometiendo, a la vez, que esto no se convertirá en un blog culinario ni en una guía de restaurantes.

Empiezo con uno de mis platos favoritos: Amok Trey (Trey o trai es "pescado" en camboyano; es una de las pocas cosas que sé). Se dice de él que es el plato nacional de Camboya.

Ingredientes:

  • 12-15 hojas de lima ralladas (desechada la nervadura)
  • 1 tallo picado de lemongrass (sólo la parte blanca)
  • 1 galanga pelada y picada en trozos 1 cm
  • 3 dientes de ajo picados
  • 350 ml. de leche de coco
  • 1 cucharada de pasta de gambas
  • 2 cucharadas de salsa de pescado
  • 1 cucharada de azúcar de palma
  • Sal
  • 700 gramos de filetes de perca sin espinas, pelados y cortados en trozos pequeños
  • 2-3 hojas de plátano
  • 6 pinchos de bambú (en realidad, vale cualquier pincho o palillo)
  • Arroz

Preparación:

Con un mortero, preparar una pasta con las hojas de lima, el tallo de lemongrass, la galanga y los ajos. Incorporar la pasta a una sartén grande y mezclarla con la leche de coco. Añadir la pasta de gambas, la salsa de pescado, el azúcar y una pizca de sal. Cocinar la mezcla a fuego lento durante unos tres minutos hasta que esté suave. Agregar el pescado y continuar cocinando durante cinco minutos hasta que el pescado esté listo. Retirar del fuego.

A continuación, recortar los bordes duros de las hojas de plátano, con cuidado de no romperlas. Preparar con las hojas seis cuadrados de 24 centímetros de lado. Del sobrante, cortar seis tiras de 8 x 24 centímetros aproximadamente. Poner a hervir una olla grande de agua y preparar un recipiente con agua helada. Una vez el agua haya hervido, trabajar del siguiente modo con las tiras, una a una: utilizando unas pinzas, sumergir durante un minuto la hoja en el agua hasta que se ablande. Inmediatamente después, sumergirla en agua helada, escurrir y secar con un paño de cocina.

Colocar una de las tiras en el centro de uno de los cuadrados y poner sobre ella una sexta parte de la mezcla de pescado. Juntar los extremos de la tira y mantenerlos por encima de la mezcla. Con la otra mano, encerrar la mezcla con los otros vértices del cuadrado y asegurar con un pincho de bambú. Repetir el proceso con el resto de hojas de plátano y la mezcla de pescado.

Por último, distribuir los paquetes en una cacerola de agua hirviendo a fuego lento. Tapar y cocinar durante 40 minutos. Servir con arroz.

Ración de Amok Trey

Nota del autor: Por supuesto, he de reconocer que he sido incapaz de prepararlo yo mismo. Incluso reconozco que hay alguno de los ingredientes que hasta ahora ignoraba (ej. Galanga)

domingo, 2 de marzo de 2014

Faro, el fin del mundo

Faro, la capital del Algarve portugués, puede parecer una ciudad cercana para cualquier español. Sin embargo, cuando se utiliza como referencia para un camboyano, resulta tan lejana que parece el fin del mundo. Al menos así les debió parecer a dos alumnos de la Escuela de Hostelería de PSE cuando hace unos meses les comunicaron la posibilidad de viajar a Portugal a hacer unas prácticas que facilitaba una socia de la ONG afincada allí.

Nada más conocer la noticia, se dirigieron a Carlota, Pablo y a mí para preguntarnos cosas sobre Faro. Les inquietaba el idioma, el clima, la comida, las costumbres. Nosotros les respondimos lo que pudimos. Era el mismo ejercicio que debimos hacer los tres la primera vez que viajamos a Camboya, pero al revés.

Mapa del mundo centrado en Asia, donde España y Portugal parecen estar "en el fin del mundo"

En los días previos al viaje, los estudiantes estaban nerviosos. Al fin y al cabo, iba a ser la primera vez que saldrían del país; también la primera en que viajarían en avión. Volaron a mediados de noviembre y, tras tres meses de prácticas, están de vuelta en Phnom Penh. Ayer, sábado, se reunieron con el resto de compañeros de la Escuela que volvían de realizar sus prácticas en empresa y les contaron su experiencia.

La presentación fue de lo más entrañable. Dos factores la hicieron especial. El primero, el más obvio, sentir su entusiasmo por aprender y por compartir su experiencia. El segundo, escuchar las cosas que más les habían sorprendido. Comenzaron por este punto. Tras una pequeña introducción en la que dieron a sus compañeros unos pequeños datos sobre Portugal, relataron lo que para ellos debió ser una auténtica odisea: el viaje en avión.

Utilizando una presentación de PowerPoint, contaron a sus compañeros todas y cada una de las escalas que habían tenido que hacer y las diferencias entre los distintos aeropuertos (pasaron por Kuala Lumpur y Amsterdam). Decían, sorprendidos, que en el aeropuerto de Phnom Penh sólo hay ocho puertas de embarque, pero que en Malasia y en Holanda había tantas que era fácil perderse. Preguntado, decían, conocieron a gente que les ayudó a solucionar sus dudas. "Es muy importante preguntar", no se cansaban de repetir.

Entre los datos o las costumbres que más les habían sorprendido de Portugal, se encontraban dos: el tráfico y la seguridad, y no la comida, como podría haber pensado. Del tráfico dijeron que Camboya tenía mucho que aprender. No había atascos, todo el mundo respetaba las señales e, incluso, detenían sus vehículos para dejarles pasar. Sobre la seguridad, dijeron que aunque una chica no debía pasear sola por la noche, en realidad no había mayores problemas porque no había gangsters.

Más tarde comenzaron a hablar de lo que habían hecho y lo que habían aprendido. De los problemas a los que se habían enfrentado y cómo los habían afrontado. Hablaban con una ilusión difícil de transmitir. Es la ilusión de querer aprender un oficio que te gusta de verdad; la de querer ser mejor para poder llevar una vida mejor. Contaron con todo lujo de detalles las diferentes áreas del hotel en las que habían trabajado. Aunque algunas no eran su especialidad, querían aprenderlas para conocer más. Hablaron con cariño de las personas que se ocuparon de ellos y, finalmente, animaron a sus compañeros a esforzarse para poder participar en oportunidades como la que ellos han vivido. Fue una presentación sencilla, sí, pero emocionante.

Muralla de Faro